Cómo venderme a mí misma, salir de la multitud
¿Yo valgo mucho? ¿Cuánto?
No lo sé. Pero he notado que, en la vida, a quien mejor se vende, mejor le va.

Hay personas que son como pavos reales: despliegan sus plumas para llamar la atención. Yo no soy así. Nunca me gustó ser el centro de atención. No sé si es falta de autoestima o simplemente que no he necesitado la validación de los demás para saber que soy capaz. Así me educaron.

Lo que no dimensioné es que este acto de “hacerse ver”, de ser alguien inolvidable, es fundamental para lo que se considera una vida adulta exitosa.
Llamar la atención cuando entras a una sala, ser súper inteligente: emocional, intelectual y socialmente. Esas son las plumas que los humanos deben llevar puestas para sobrevivir en esta jungla de pocas oportunidades y muchas envidias.

Como estoy hablando de aves, diré que me considero una tórtola torcaza (Zenaida auriculata). Son excelentes en sus nidos: los tejen y cuidan con esmero, pero son comunes. No destacan por su belleza, y muchos ignoran su talento. Se les considera parte del montón.

Muchos creen que ser diseñadora de modas es algo glamuroso, lleno de brillo. Pero les cuento: es todo lo contrario.
Las personas te juzgan por cómo vistes. Como eres “creativa”, esperan que tengas un estilo increíble, y con base en eso juzgan tu talento como diseñadora. Así es. Por algo es uno de los gremios más superficiales y desiguales del mundo.

Durante años creí que quienes me rodeaban lograrían ver mi verdadero ser, mi talento. Pero me rendí.
No, no me volveré un pavo real. La tórtola sencilla y sin pretensiones siempre vivirá en mí. Pero me cansé de ser translúcida, como me siento ahora.
En gran parte de mi carrera universitaria, mis trabajos eran grises y negros. Sin color. Sin vida. Sin sabor. Me cansé de eso. No más.

Me voy a vender.

Pasé muchos años haciendo dinero y construyendo sueños para otros.
Ahora quiero hacerlo para mí.
Me da miedo, sí. Sobre todo que no se venda nada y pierda la inversión.
Pero… ¿si yo no me compro a mí misma, quién lo hará?
¿Tengo que convencerme de que valgo la pena? ¿Tengo que hacerme un speech para ser mi propia inversora? Sí, señores.

Como les conté en un post anterior, ya no espero una llamada de rescate. Esperé demasiado.
Yo misma voy a rescatarme.

Voy a crear una línea de camisetas en la que yo seré la única inversora.
Yo me voy a comprar la idea de creer en mí.

Voy a empezar con 13 unidades. Las venderé en Marketplace.
Y aunque tenga miedo de mil cosas inútiles, no me va a importar.
Me voy a lanzar al vacío por mí. Por mi sueño.

Ahora estoy en la etapa de costos, de cotizaciones.
Ya saben: los números hablan, y al final, ellos toman las decisiones.

Mi acompañante de respuestas es ChatGPT. A él no me da pena hacerle preguntas, ni parecer boba.
Gracias, compañero de noches sin dormir. Gracias por darme respuestas, por ayudarme con propuestas financieras, y sobre todo, por escucharme.
Gracias por darme herramientas para no hundirme en el pozo donde mi autoestima dependía de una llamada que nunca llegó.

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